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Hace dos años la espada de Limardo tiñó de oro a Venezuela

Por Meridiano

Jueves, 31 de julio de 2014 a las 05:32 pm

Hace dos años, el primero de agosto de 2012, un joven venezolano nacido en el estado Bolívar, logró teñir de oro su espada y con ello entrar en la historia del deporte olímpico venezolano, al otorgar la segunda medalla de oro para Venezuela en unos Juegos Olímpicos.

Un trabajo especial del Ministerio para el Deporte, narrado en forma de crónica, recuerda este importante suceso, que tuvo como protagonista al esgrimista Ruben Limardo Gascón, un atleta que en Revolución, colocó el tricolor patrio en lo más alto, para dar a conocer en el mundo la calidad de la Generación de Oro.

Una espada que recorre el mundo

Al día siguiente todos los medios de comunicación hacían referencia a la gesta que aquel joven bolivarense acababa de protagonizar en suelo londinense. Todos los periódicos tenían la foto de él corriendo sobre la pedana olímpica con la bandera venezolana y sus ocho estrellas en primera plana.

El autobusero buscaba sintonizar el programa con la voz del héroe, anclas de televisión, expertos en economía y política, casi todos, dejaban de lado su peculiar manera de hacer periodismo en estos tiempos, para dar paso a la noticia del año: la espada dorada de Rubén Limardo en la edición XXX de los Juegos Olímpicos, que tenía a Londres como sede.

El día anterior, primero de agosto de 2012, un zurdo por obligación pero con mucha convicción, demostraba que la moral de un pueblo se fortalece con esfuerzo, sacrificio, constancia, ejemplo, y lo más importante, amor.

Nacido a orillas del río Orinoco, el amor de familia, en especial de su desaparecida madre Noris Gascón y de sus hermanos Francisco y Jesús, había forjado un héroe que estaba destinado a llegar al olimpo.

Un tiempo atrás, con solo siete años, comenzó a correr por los pasillos de su casa, a combatir con alguna mata de mango que hacía las veces de un rival cualquiera que pasaba por su prolija imaginación. Así comenzó un camino que fue testigo de cómo, progresivamente, se llenaban los cuartos de su hogar en Ciudad Bolívar, de caretas, espadas, medallas y trofeos.

A los 14 años salió a conquistar el mundo junto a su tío y entrenador, Ruperto Gascón, y llegó a Europa con el firme y claro convencimiento de que el sacrificio llegaría a recompensarlo. Sueño que cristalizaría muy pronto.

En 2005 Rubén fue campeón mundial juvenil en Austria. Tres años más tarde, participaba en sus primeras olimpiadas. Todo sucedía muy rápido pero "Ru" -como le dice su entrenador- daba ese importante paso con mucha firmeza y serenidad. Como sospechando lo que el destino le tenía preparado.

Luego de sobreponerse a lesiones, a la pérdida de su más grande amor, su mamá, a otras adversidades más, enfrentando incluso desmanes de abogados sin escrúpulos, llegó ese octavo mes.

Con el apellido Limardo inscrito en su espalda y emulando el blandir de la espada como lo hiciera 200 años el Padre Bolívar, el esgrimista logró, después de 44 años una gesta histórica: Se convirtió en el segundo deportista venezolano en ganar una medalla dorada en un deporte oficial en Juegos Olímpicos para Venezuela. Su antecesor había sido el maravilloso púgil Francisco "Morochito" Rodríguez, quien con sus puños y movimientos en el cuadrilátero se convirtió en el primer criollo en alcanzar tal proeza durante los Juegos Olímpicos de México 68.

Después de cinco combates en el moderno complejo deportivo londinense, y tras colocar su espada para alcanzar el último suspiro de victoria, Rubén miró al cielo y encumbró su acero como ejemplo de tenacidad y abnegación para los casi 30 millones de venezolanos que lo veían, escuchaban, seguían o leían.

Sus primeras palabras luego de dar touché a su rival europeo, fueron para su más grande amor: "Gracias a mi madre que está en el cielo. Ella fue la que me enseñó a guerrear, a luchar (...) Se lo dedico a Venezuela, que lo disfrute. Estoy orgulloso de ser venezolano. Aquí estoy respondiéndole al país".

Aquel Primero de agosto, la distancia transoceánica de 7.830 kilómetros que nos separa de Londres se esfumó. El tiempo se paralizó y dio paso a la música de Vicente Salias y letra de Juan José Landaeta que hizo retumbar el Himno Nacional en los altavoces de todo el mundo./AVN

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