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Un Clásico a la altura

Por Meridiano

Domingo, 03 de mayo de 2015 a las 07:05 pm

Ángel Darío Sánchez

El día llegó. El día en que tanto los seguidores del Caracas como los del Deportivo Táchira estaban esperando, y bajó un marco único se vieron las caras esta dos hinchadas, que durante 90 minutos “dejaron la vida” en las gradas del estadio Olímpico de la UCV.

Como se sabía, el estadio ubicado en Los Chaguaramos estaba hasta la bandera, y con algunos retoques en los últimos días, presentó una cara hermosa, a pesar de que la grama no lucía muy bien por los huecos que presentaba.

En la parte sur del Olímpico estaba, como siempre, los seguidores del “Rojo”; mientras que en la norte se localizaban los devotos del aurinegro. Entre ambas hinchadas, sin saberlo, le dieron un color especial a ese ambiente con olor a título, que ya se extrañaba en el fútbol venezolano.

Con una humarada roja, seguido de una “tapa grada” que poseía varios elementos descriptivos al Caracas FC, los famosos “Demonios Rojos” recibieron a los suyos, que expresaron su cariño con una serie de aplausos que llevaba amor por esa entrega.

En tanto que por el bando contrario, el amarillo y negro explotó para cubrir ese sector asignado, y al ritmo de canciones sureñas y también criollas recibieron a los suyos. A partir de ahí lo que se vivió fue una verdadera fiesta, donde la tribuna principal participaba, siguiendo los canticos de los locales.

Cantos por aquí, cantos por allá. Así reaccionaron ambas hinchadas, que se paralizaron cuando llegó el primer gol de la tarde. “Maestrico” González fue el autor de la alegría de los aurinegros, y también fue el artífice de la tristeza de los avileños.

Un tanto que llevó la locura a ese rincón teñido con los colores del cuadro andino, que picaba delante en marcador en esta batalla. Los hinchas del “Rojo” quedaron expectantes a lo que hicieran sus hombres dentro del campo de guerra, y al 22 se escuchó una sinfonía de gol que surgió desde la sur.

La diana de Félix Cásseres revivió no solo al Caracas, sino que también a sus fanáticos que volvieron a gritar como el primer minuto del partido. Los decibeles del partido se movieron de nuevo en la segunda parte, unos 45 minutos que fácilmente pudieran ser rodados en una película de Hollywood.

Porque dos goles cambiaron el panorama de esta historia. Mientras que los seguidores de ambos bandos seguían cantando, sin importar que el inclemente sol callara sus emociones, el fútbol gestaba una obra única en el deporte. Esa creación que pone ganar a unos durante cierto tiempo, pero que después puede poner perdedor como si lo primero no hubiera pasado.

Es que Edder Farías, ese goleador que despertó en la parte clave del Torneo Clausura para el Caracas, marcó el tanto que le estaba dando el triunfo. Marcó un gol que dejó patas arriba al Olímpico, porque después de esa diana la barra de los rojos fue un verdadero monstro por su bulla y por esos canticos que tienen una letra muy caraqueña, esa letra particular que dice: “Somos Caracas y que nos…”

Pero esa bulla de ese monstruo, convertido en miles de personas fieles al Caracas, cesó de repente cuando un Ángel cabeceó el balón, que terminó al fondo de la portería capitalina, para decretar un empate que quedará en el recuerdo del balompié criollo por cómo se dio este partido.

Un encuentro, donde no solo fueron protagonistas los 22 jugadores que estaban en el campo, que tuvo como intérprete a dos de las hinchadas más numerosas del país, que con su color le dieron ese bonito espectáculo a un fútbol nacional que lo necesitaba.

Un Clásico de altura porque ese virus que esta esparcido por el todo el mundo no llegó a inmiscuirse dentro del estadio Olímpico, el virus por el cual ambos equipos posaron frente a los cientos de lentes de los reporteros gráficos en el comienzo del partido, para decirle no a la violencia. Por eso fue un Clásico de altura, donde el ganador fue la hinchada de ambos equipos. 

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03/05/2015

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