Jesús Miguel Pérez
Los sueños de grandeza están comandados por la realización de hazañas y triunfos. Para la afición española y los amantes del buen fútbol, la Eurocopa 2008, el Mundial 2010 y otra vez la Eurocopa 2012 fueron pruebas tangibles de que la gloria era posible. Sin embargo, el deseo de perpetuarse en el tiempo se diluyó.
Italia a modo de revancha se hizo cargo de acabar con las aspiraciones de España en la presente edición de la Eurocopa Francia 2016, y lo que aún más dolió para La Roja fue la incapacidad de reacción. Es el final número dos de una era que culminó en el Mundial Brasil 2014 con la eliminación prematura de la selección dirigida por Juan Vicente del Bosque.
La tormenta avisada por la lluvia de críticas se hizo sentir. La prensa española ya da por hecho el “fin de un ciclo” de logros obtenidos con el brillo de figuras como David Villa, Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Iker Casillas o Fernando Torres. Del Bosque ha dicho que “tiene que hablar con el presidente de la federación” Ángel María Villar, antes de dar el paso al lado, que parece lo más factible para el futuro.
El fútbol vistoso de largos tramos avalados por una impecable posesión del balón que en otrora gobernó en conjunto a la filosofía del juego colectivo y de colaboración, hoy se reduce a envites individuales de centrocampistas que no conectan con los delanteros. España tendrá que renovar la dirección técnica o a los jugadores, pero la necesidad está incluso más vigente que sus últimos grandes títulos.