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Cotilleo deportivo

La realidad de Lamar Odom

Por Meridiano

Domingo, 16 de septiembre de 2018 a las 01:47 pm

Redacción Meridiano

El último día en el que Lamar Odom fue jugador de baloncesto profesional llegó al Bues Arena de forma inquieta, deprimido, desesperado. Puede que la noche anterior se hubiera más que en otras ocasiones, que hubiera dormido menos, que no hubiera dormido o que simplemente viera que su físico le estaba abandonando del todo, que ya no quedaba nada del hombre maravilloso que era. Entró al vestuario y sudaba. En su cabeza, a lo mejor, daba vueltas la idea que llevaba unos días atormentándolo: que aquellos compañeros y rivales eran inalcanzables. Que lo que él había planeado, bajar un escalón deportivo para rearmar su vida y volver a ser lo único que había sido siempre, jugador de baloncesto, estaba siendo un fracaso. Todos corrían más, todos saltaban más. Y ese día, quizá, vio que no podría ni dar dos carreras.

Así que abrió un Red Bull. Dos. Tres. Cuatro. Se los bebió todos antes de salir a entrenar. Era la sesión de mañana, entrenamiento de 5×0, en el que hay que correr de línea a línea. Su cuerpo de adicto reaccionó a la taurina. Se sentía pletórico. Quienes lo vieron, dicen que debió hacer 10 mates en 10 minutos, sobreexcitado, como sintiéndose vivo y viviendo de más. Él, que sabía que estaba al límite y no hacía ni un sobreesfuerzo físico, se tomó cuatro Red Bulls para envalentonarse, sentirse bien… y destruirse. Porque su cuerpo, una máquina perfecta arruinada por su propia espiral de excesos, adicciones y depresión, se rompió. Su espalda hizo crack y se acabó todo. Fundido en negro. Lamar Odom acababa de dejar de ser jugador de baloncesto.

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