Ricky Rubio lleva media vida en la élite del baloncesto. El base debutó en la Liga Endesa con el Joventut a los 14 años y este domingo cumplió los 28. Una ya larga carrera que comenzó el 15 de octubre de 2005 en Granada. "Pensaba que ni iba a viajar, que todo había sido cosa de (la) pretemporada y que volvía al equipo cadete. Me vino Aíto (García Reneses) y me comentó si podía viajar. En ese momento le dije: 'Voy a preguntar a mis padres si me dejan' (risas). Fui a Granada y pensé que eso ya era un premio..., pero no, iba a jugar", recuerda el internacional a NBA España sobre unos inicios que lo llevarían de la Penya al Barcelona y de la Ciudad Condal a la Liga norteamericana.
Esta campaña en Utah coincidirá con un viejo amigo: Raúl López. El exjugador militó en los Jazz entre 2003 y 2005 y ahora regresa como ayudante de Snyder. "He entrenado los dos últimos veranos con él. Lo admiró muchísimo. Tiene mucho talento y muchas cosas que enseñar", continúa un jugador al que la vida le cambió completamente en la primavera de 2016 cuando su madre, Tona Vives, falleció a los 56 años por culpa de un cáncer.
La muerte de su mayor fan hizo que Rubio modificara su escala de valores y creó la Fundación Tona Vives, destinada a la investigación del cáncer de pulmón. "Fueron momento complicados, en los que cada uno los pasa de forma diferente. Yo los interiorizo, muy a mi pesar, pero me ayudaron familiares y amigos", recuerda. "Entré en un bucle de leer libros y aislarme del mundo. La meditación también me sirvió. No hay una fórmula exacta sobre cómo pasar una crisis así". AS